domingo, 26 de enero de 2014

Primera Parte, primer capítulo: Tras dar por concluido


TRAS DAR POR CONCLUIDO
su austero desayuno, llevó a la cocina el plato y la taza usados, los lavó rápidamente y se dirigió a su habitación a terminar de arreglarse.

Ante el espejo que allí tenía, se puso la corbata, tomándose su tiempo acomodándola; y luego, como lo hacía cada mañana desde tantos años atrás, practicó los gestos de que se servía a lo largo de su jornada laboral: varias sonrisas –todas ellas de labios cerrados-, algunos gestos de complacencia y otros de comprensión ante una respuesta negativa; se saludó y se despidió de su reflejo varias veces, comprobando así que, pese a que su vida no dejaba de saberle a mierda, no había perdido la capacidad de lucir cortés, fino y bien educado.


Se puso el saco, tomó su maletín compañero y –dejando, como siempre, con llave- salió de su estrecho apartamento  rumbo a la oficina, a recoger algunos formularios, dejarse ver por su jefe y por algunos de sus compañeros, sabiendo que luego volvería a la calle, a comenzar –un día más- con su labor de vendedor domiciliario de seguros de vida. 

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